Saliendo de los Países Bajos el siguiente destino era llegar a Bruselas, la capital de Bélgica. Recuerdo que en el trayecto el tren realizó algunas paradas de las cuales, dos llamaron mi atención por ser ciudades muy interesantes que desafortunadamente, no tenía contemplado visitarlas en ésta ocasión.
Rotterdam y Antwerp (Amberes) se mostraban ante mí por cuestión de breves minutos dejando en mi mente la idea de conocerlas con tiempo en un futuro, pues ambas ciudades poseen arquitectura muy interesante especialmente Rotterdam.
Llegamos a Bruselas antes del medio día y nos fuimos a registrar en el hostal. Inmediatamente después de dejar nuestras pertenencias regresamos a la estación de trenes para tomar el próximo a la cercana ciudad de Brujas.
Había escuchado cosas de ésta población pero sinceramente no esperaba encontrarme con un lugar con tanto encanto como éste. Calles empedradas, edificios medievales, iglesias muy altas y canales serpenteando entre callejones y casas con floreros en las ventanas. Sí que era toda una maravilla.
Apenas comimos nos fuimos a conocer el Museo del Chocolate y las iglesias de la plaza principal. Después recorrimos las angostas y fascinantes calles de Brujas que te transportan sin duda a un escenario del medievo, con puentes empedrados, casas con maderos y fuentes por doquier.
En verdad que ésta población merece por lo menos dos días para ser recorrida con calma y a gusto, sin prisas o sin presión de tener que dejarla para continuar hacia otro destino.
Brujas tiene un parque urbano frondoso con un lago donde muchos cisnes nadan tranquilamente y parecieran estar completamente acostumbrados a los turistas.
Canales |
Desafortunadamente la tarde llegó pronto y teníamos que volver a Bruselas para dormir. Dejamos ésta maravillosa ciudad y nos fuimos a la capital del país, donde al día siguiente apenas y tendríamos 5 o 6 horas para conocer lo más que pudiésemos, pues a media tarde nos conducirían hacia Frankfurt nuevamente para tomar un vuelo rumbo a Roma.
Brujas |
Bruselas es una ciudad de mediano tamaño y mucha modernidad. No es la ciudad más interesante arquitectónica o culturalmente hablando de Europa pero tiene detalles que la hacen merecedora de una visita.
Conocimos el Atomium, una estructura metálica que asemeja un átomo y que en realidad es un museo interactivo. Está situado a un costado del estadio de fútbol del Rey Baduino donde juega la selección nacional sus partidos oficiales.
Después nos trasladamos en metro hacia el centro de la urbe para conocer algunos de sus edificios y calles. Bélgica es un país donde dependiendo la región en la que te encuentres se hablará francés, neerlandés o alemán.
Quise practicar un poco mi francés por última ocasión en ese viaje a Europa y admito que me costó mucho trabajo comprenderlo, pues la variante belga se me hizo más compleja que la que había escuchado en París o Lyon semanas antes.
De Bruselas nos fuimos en carro hacia Alemania a donde llegamos casi a media noche. No sabíamos si dormir, lavar ropa o quedarnos despiertos acomodando todo pues había que tomar camino de una hora hacia el aeropuerto de Hann, desde donde salía nuestro vuelo para Roma a primera hora de la mañana.
El vuelo de Hann en Alemania a Roma, Italia duró cerca de 2 horas las cuales dormí completamente, pues hasta éste punto el cansancio era mucho por los días acumulados, las asoleadas, las caminatas entre otras situaciones.
Yo me encontraba muy contento pues por segunda vez en el mismo viaje estaría en Italia y qué mejor que conociendo su capital, la gran ciudad eterna.
Roma es una urbe increíble, muchos comentarios negativos tenía sobre ella "que si era sucia", "que si robaban carteras", "que si era caótica" etc... pero la verdad es que tuve una muy buena experiencia en ésta capital y traté te aprovechar al máximo el tiempo que disponía.
Inmediatamente lo primero que hicimos después de dejar las cosas en el hotel y descansar un poco fue ir a contratar un servicio de visita panorámica para darle una peinada a la ciudad de manera general. Me asombré mucho al ver el Coliseo, el Altar de la Patria que es un inmenso edificio color blanco y las plazas públicas con monumentos que están por doquier.
La visita al Coliseo nos tomó dos horas y pudimos disfrutar imaginando todo aquello que se llevó a cabo en dicho sitio durante la época romana. En verdad que ésta metrópoli es todo un museo al aire libre. Encuentras ruinas, plazas y edificios antiquísimos llenos de cultura e historia.
Me di un tiempo de visitar el Estadio Olímpico donde en 1990 se celebró la final del Mundial pero desafortunadamente había un evento privado y no hubo visitas al recinto. Tuve que conformarme con verlo desde afuera.
Al día siguiente conocimos más rincones de la ciudad y nos sorprendimos de lo bulliciosa que es la zona de la Fontana di Trevi, donde puedes comer pizza y sobre todo unos ricos helados en cualquiera de los múltiples establecimientos que hay.
Una visita a ésta ciudad italiana no está completa si no visitas el Vaticano. Seas o no creyente o católico la verdad vale la pena conocer la Santa Sede ya que se trata de un Estado dentro de una ciudad de un país extranjero.
El Vaticano es un micro país que más bien equivaldría a un barrio o colonia de cualquier ciudad en el sentido de su ubicación y tamaño. Por dentro hay un museo donde puedes ver la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro con su enorme cúpula.
Conocí el interior de la principal catedral católica cristiana del mundo entero pero mas allá de ir a sus catacumbas o ver los restos de los anteriores papas, me enfoqué en subir caminando hasta la parte alta de la iglesia, desde donde pude tomar unas fotografías maravillosas de la ciudad. Vale mucho la pena subir hasta el techo si te encantan las fotos panorámicas.
De Roma tuvimos que partir hacia Barcelona desde el aeropuerto Leonardo da Vinci ubicado a solo 25 kilómetros al poniente. El vuelo salió retrasado y cerca de media noche ya estábamos nuevamente en la ciudad condal, donde casi un mes antes había comenzado todo.
Los últimos tres días en Europa los pasamos en Barcelona arreglando maletas y ultimando detalles. Tuve la idea de agarrar un tren y conocer un poco más de España como por ejemplo Madrid, pero sinceramente ya me encontraba muy cansado y casi sin dinero como para emprender un viaje así.
Madrid quedaría para mejor ocasión como muchas otras ciudades y poblaciones que conocí o que admiré durante algún trayecto que realicé.
Le sacamos el mayor provecho a nuestros últimos momentos en Barcelona visitando el malecón, el centro comercial Les Glories, la Torre Abgar, las fuentes de colores y sus avenidas como la Gran Vía o Paseo de les Corts Catalans.
En mí habitaban muchísimos sentimientos y sensaciones encontradas a raíz de éste viaje maravilloso. Jamás volví a ser la misma persona y creo que evolucioné un poco más al conocer otras partes del planeta.
Siempre diré que un viaje es enriquecedor sin importar la distancia o el lugar. Uno en la medida de lo posible debe experimentar éste tipo de situaciones con la finalidad de crecer como persona. Europa me había dejado maravillado y desde ese momento supe que siempre querría regresar cuantas veces me fuera posible en la vida.
El vuelo de regreso a la Ciudad de México fue muy largo y en total oscuridad, regresé a mi país con la maleta cargada de recuerdos, revistas, mapas, llaveros pero sobre todo, con la satisfacción de cumplir un sueño y con la llama más que encendida para poder regresar algún día.
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